La metamorfosis de Escila princesa de Megara, nos cuenta el clásico mito griego de la metamorfosis, como castigo de los dioses a sus protagonistas por sus actos.
Escila princesa de Megara
El rey Niso monarca de Megara tenia un secreto, los dioses habían decretado que la cuidad jamás sería tomada si mantenía su talismán, que no era otro que un mechón de pelo púrpura de la cabeza de Niso.
La única persona que conocía su secreto era su querida hija Escila, la ciudad mantuvo la paz por mucho tiempo hasta que el rey Minos de Creta fijó su atención en Megara.
El rey Minos el padre del minotauro, el terrible monstruo que vivía en el laberinto de Creta.
Minos sitió la cuidad completamente, pero pese a la superioridad numérica de Creta, Megara se mantenía inexpugnable, lo cuál era admirable pues no estaba amurallada.
El corazón de Escila
Mucho tiempo duró esa guerra y tanto atacantes como defensores estaban desmoralizados, mientras tanto, desde la torre más alta de la ciudad Estila pasaba su tiempo observando las tropas y los combates.
Conocía de primera mano a los generales y a los soldados y fue así que un día fijo su atención en Minos, que aunque era su enemigo le parecía un hombre de porte extraordinario.
Fue así cómo poco a poco la joven fue idolatrando a su enemigo, hasta el punto que se enamoró del rey de Creta, pese a que nunca había hablado con él y, únicamente lo había visto desde su torre.
El mechón púrpura de Niso
Pasaba los días soñando que se casaba con Minos, así esta doncella enamorada empezó a pensar más en el rey extranjero que en su propio pueblo.
— ¿Y si yo pudiese terminar esta guerra?— decía Escila. — ¿Si le ofrezco al rey Minos la victoria, me tomará como esposa?— se preguntaba la joven.
Sea como fuere, Escila se decidió tristemente a traicionar a su ciudad natal y tras otro nuevo día de guerra y con idéntico resultado de los anteriores, la princesa esperó a que fuese de noche.
Cuando su padre se durmió la doncella, se acercó al diván de su padre durmiente y con la gracia y habilidad que le proporcionaba el amor le cortó el mechón a su padre.
La traición de Escila
La muchacha huyó de palacio y se dirigió al campamento enemigo, donde los centinelas la llevaron en presencia de Minos, una vez delante por primera vez de su enamorado, la princesa se arrodilló y le dijo:
— ¡Oh gran rey, te hago entrega de este mechón, pues está decretado que la ciudad jamás caerá mientras este talisman esté en manos de mi padre, te hago entrada de él, así como de mi corazón!— suplicó Escila.
— Una hija traicionera no es buena para el amor de un hombre— gritó Minos, — Sal de mi vista, eres una deshonra para tu pueblo— sentenció el rey.
Cómo era de esperar la cuidad sin la protección de su talisman, cayó bajo el ejercito de Minos, que mostró un gran respeto por los vencidos y le ofreció un acuerdo de paz comprensible.
La metamorfosis de Escila
Cuando Minos preparaba la marcha, Escila rogó al rey que la llevase a Creta con él, pero el monarca no quería, porque pensaba que una hija traidora era un mal augurio para los dioses.
— El barco que te lleve nunca llegará a salvo a ningún puerto, debes ser castigada por los dioses y no encontrarás descanso ni en el mar o en la tierra— sentenció Minos.
— Reconozco que merezco la muerte, por ti traicioné a mi padre y a mi país, te ruego que no me abandones a su ira— contestó Escila.
El rey la dejo allí sin mediar palabra, cuando Escila vio que zarpaba el barco, se arrojó al agua con la intención de agarrarse a su timón y escapar de Megara.
Pero un águila se precipitó para cogerla con su pico y sus garras, la sostuvo en al aire y después la soltó en lo alto del cielo. Fue entonces, cuando Escila se dio cuenta que tenia plumas y podía volar.
Los dioses la transformaron en una gaviota sin hogar ni en el mar ni en la tierra y la castigaron a huir del águila que no era otro que su padre, quién rogó a los dioses su venganza.