Ión el piadoso uno de los mitos menos conocidos pero no por ello menos importante. Cécrope, Pandión y Erecteo fueron los primeros reyes que tuvo la cuidad de Atenas.
Atenas tenia como protectora a la diosa de la sabiduría Atenea, estos nobles reyes mitológicos nacieron de la tierra y su descendencia fue cuanto menos que problemática.
Erecteo solo tuvo hijas y todas excepto Creusa fueron víctimas de Poseidón, que odiaba a los atenienses después de su rechazo como deidad protectora.
La joven Creusa conociendo el destino de sus hermanas, se creía que tampoco tendría hijos. Pero en secreto la hermosa joven fue cortejada por Apolo, del que tuvo un hijo.
Creusa ante el temor a Poseidón, abandonó a su hijo con gran pesar en su corazón en una cueva dentro de una cesta y rogó a su padre el dios Apolo que tuviera al niño bajo su protección.
Ión hijo de Apolo
El rey Erecteo caso a su hija con el príncipe Juto ya que su país había servido a Atenas en la guerra y pensó que sería un buen rey a su muerte, ya que no tenía hijos varones.
La esposa siempre recordaba con melancolía a su bebe, al que abandonó a su suerte, el hijo del dios Apolo, el que todo lo ve y, pensó en si a los dioses les importarían sus hijos mortales.
Lo cierto que Apolo sintió más compasión por su hijo desamparado que por su madre, envió a Hermes el mensajero de los dioses a buscarlo y lo llevo junto al oráculo de Apolo y lo dejo en las escaleras como suplicante.
Allí fue encontrado por las sacerdotisas del oráculo, que como muestra de su origen divino lo adoptaron y lo criaron, le dieron el nombre de Ión.
El muchacho creció dedicándose por completo al servicio de los templos y oráculos de Apolo, se ocupaba de las ofrendas de los suplicantes, limpiaba sus aceras y ayudaba a los más necesitados.
Ión mostró un sentido de la piedad y el deber tan grande que pronto fue muy querido tanto por las sacerdotisas como por los suplicantes, se creía que había nacido para la bondad.
La comitiva real visita al oráculo
Llegó un día que el oráculo recibió una comitiva, sus lideres no era otros que Juno y Creusa, que decidieron consultar el oráculo ante la falta de hijos y el todavía miedo a Poseidón.
Mientras Juno entró al santuario a pedir consejo a la sacerdotisa, Creusa quedó afuera esperando, fue entonces cuando se fijo en el muchacho que limpiaba las aceras.
La reina quedó prendada del porte del chico, alto y atractivo y de una voz que inspiraba bondad, por un momento le recordó a su amante celestial Apolo.
Le preguntó por su familia, pero Ión sólo le pudo contestar que no tenía más familia que las sacerdotisas, pues desde que tenía memoria había estado siempre al servicio de Apolo.
Mientras tanto, la suma sacerdotisa del oráculo le ofreció a Juto, tomar como hijo propio al primer muchacho que encontrase al salir del templo, el rey salió corriendo y vio a Ión, al que abrazo proclamándolo heredero.
La recelosa Creusa
Creusa no compartió en absoluto la alegría de su marido, estaba recelo de Ión, su juicio se nublo ya que pensaba que el barrendero del templo debía ser hijo natural de Juto fruto de alguna infidelidad.
Su recelo creció con el paso del tiempo, no podía soportar el amable joven que pronto se ganó el favor de toda la corte con su caracter afable y su bondad desconsiderada.
La reina habló con su sirviente más leal, que cómo consejo le ofreció envenenar al muchacho en la fiesta de adopción que daría el rey, en la que toda la ciudad estaba invitada.
El veneno que utilizaría sería unas gotas de sangre de la gorgona Medusa, que Atenea dio a su padre Erecteo. Mientras tanto el banquete dio comienzo con una esplendor sin igual pues el rey por fin tenía heredero.
El banquete de la vergüenza
El joven Ión no estaba familiarizado con el trato de la corte y aquella muchedumbre le sobrepasaba, todos querían abrazarle y conocerle, todos brindaban en su nombre.
El sirviente de Creusa, se acercó al joven portando una taza de oro llena de vino mezclado con la sangre de la gorgona, entonces, antes de beber el buen joven derramó un poco del vino en el suelo.
Inmediatamente, un grupo de palomas bajaron del techo a saborear esta ofrenda inesperada, fue entonces cuando las palomas empezaron a retorcerse, después empezaron a convulsionarse para finalmente morir.
El heredero Ión de rodillas desesperado por el dolor, pronto comprendió que él era el objetivo del envenenamiento y pregunto que quién quería acabar con su vida.
Toda la corte arrinconó al sirviente que, bajo amenazas, confesó que lo había hecho por su señora, toda la corte montó en cólera, los más ancianos decían que había que sacrificar a la reina, pues había violado la hospitalidad que era sagrada para Zeus.
Los padres de Ión
Creusa salió de la corte y corrió al templo de Apolo a suplicar clemencia. El gentío llego al templo clamando por su sangre, pero Ión no lo permitió, pues el templo era sagrado y no se podía profanar.
Pidió clemencia para Creusa, que salió a la entrada del templo temblorosa, el muchacho le preguntó que porque quería su muerte, y le desveló que sus padres le abandonaron en las escaleras del templo, dentro de una cesta.
Fue entonces cuando el corazón de Creusa se quebró, el joven tendría la misma edad que su hijo, Ión y guardaba con tesoro la cesta en la que fue abandonado.
Creusa le reconoció en seguida, pues ella misma había hecho esa cesta, Ión al que ella había intentado asesinar, no era otro que su hijo abandonado.
Ión era incapaz de creer la historia y, mucho menos que su padre era el dios Apolo, fue entonces cuando la duda quedó resuelta con la aparición de la patrona de la Atenas, la diosa Atenea que fue enviado por su hermanastro Apolo.
La diosa ordeno a Ión volver a la corte y tomar la herencia, le predijo un extensa descendencia, conocida después como los jonios, a Juto y Creusa que tendrían otro hijo Doro, del que nacería la raza Doria.