Faetón y el carro del Sol

En la mitología los dioses tuvieron hijos con hombres y mujeres, estos hijos eran considerados semidioses y para algunos de ellos, fue un motivo de alegría, para otros en cambio fue una condena.

El padre de Faetón

Había un joven llamado Faetón, un muchacho  alto y fuerte pero triste, ya que no conocía a su padre, sus compañeros se burlaban de él, saber quién era su padre era lo que más deseaba.

Un día su madre, cansada de ver sufrir al joven le llamó para hablar con el:

—Faetón, hijo mío, hoy te contaré quien es tu padre—dijo su madre.

Los ojos de Faetón se abrieron de par en par — tu padre no es hombre normal, eres hijo de Apolo el dios sol— dijo la madre, Faetón casi se desmaya al oírlo, su padre era un dios y vivía en el Olimpo.

—Me gustaría conocer a mi padre y tener alguna prueba de que soy su hijo, así los muchachos dejaran de molestarme— dijo Faetón.

—De acuerdo, tienes mi permiso para ir a su palacio— y así se marchó Faetón, estaba muy emocionado, por primera vez en su vida estaba muy orgulloso de saber quien era.

Faetón conoce al dios Apolo

Al llegar al palacio de Apolo, Faetón quedó sin habla, allí en un trono de marfil brillante se sentaba el dios Apolo, su padre, alrededor del dios estaban sus ministros, las horas, los días y los meses y cuatro figuras muy nobles que enseguida reconoció.

La primavera rodeada de flores, el verano vestido únicamente con hojas, el otoño qué llevaba frutas en lugar de ropas y por último el invierno, con pelo blanco y algo aterrador.

Faetón observaba maravillado, no se podía creer todo lo que estaba viendo, su padre el dios Apolo le miró y se quitó la corona de los rayos del sol que llevaba pues ningún hombre podía soportar la vista.

— Faetón, bienvenido a la residencia del cielo hijo mío— dijo Apolo, la voz de su padre era maravillosa, profunda, pero suave — ¿A qué has venido?. —

El muchacho estaba muy nervioso, no le salían las palabras, pero haciendo un esfuerzo dijo — me gustaría tener una prueba de que soy tu hijo, nadie me va a creer y algunos se mofan de mí, si puedo demostrar que soy tu hijo, podré vivir en paz— dijo Faetón.

— Soy tu verdadero padre Faetón y lo reconoceré ante todos, si quieres una prueba la tendrás y el juramento de un dios no se puede romper, ¿Qué prueba necesitas?—dijo Apolo.

—Padre, me gustaría conducir un día tu carro del sol— respondió Faetón, todos en el palacio quedaron mudos, nadie podía conducir el carro del dios sol, sólo Apolo.

— Lo que me pides es muy peligroso y no serás capaz, el carro no puede conducirlo ningún hombre, ni siquiera el señor del Olimpo sería capaz de dominarlo— contestó el dios.

Faetón rogó y suplicó a su padre y al final el dios Sol, obligado por el juramento que había hecho, accedió a cumplir el deseo de su hijo.

El palacio del dios Apolo

El carro alado del dios sol

Apolo condujo a su hijo al carro hecho por Hefesto, era el carro más maravilloso que nadie podría imaginar, estaba adornado con gemas y de colores tan brillantes que Faetón pensó, que sería la envidia del resto de los hombres.

El dios sol ungió a su hijo con un bálsamo para protegerlo del calor del sol y le dio las instrucciones que debía cumplir, Faetón emocionado encima del carro, era ya incapaz de escuchar.

El dios sufría por su hijo y le dijo cuál debía ser el camino a seguir y le dijo: —Estos caballos son muy nerviosos y muy fuertes, te ruego por última vez que no hagas esto, ha nacido un temor en mi pecho y no desearía perderte— dijo Apolo.

— Si el carro vuela demasiado alto, la tierra y los campos no tendrán el calor del sol, por el contrario si lo haces muy bajo, arderán los campos, y quemarás la tierra—

La tragedia y caída de Faetón

Pero era demasiado tarde, Faetón soltó a los caballos alados y se despidió de su padre. El joven estaba muy seguro de sí mismo y creía que sería capaz de llevar a cabo esta hazaña.

Los caballos alados del carro del sol corrían a una velocidad inimaginable y Faetón no podía apenas respirar, los corceles se dieron cuenta de que su conductor no era capaz de controlarlos por lo que aumentaron la velocidad aún más.

Se sintieron libres, y dejaron el camino habitual, subían y bajaban por el cielo, arrasando y quemando todo a su paso. Por primera vez Faetón se dio cuenta de su error, era incapaz de controlar a los caballos, su cabeza daba vueltas.

Sobre la tierra cayó la desgracia, destruyó los bosques, se marchitó la hierba, se secaron los ríos y quemó a los hombres.

Los lagos empezaron a hervir, en las montañas la nieve se derretía y bajaban riadas de agua que lo arrasaban todo a su paso, se dice que ese día se crearon los desiertos.

Faetón lloraba y suplicaba, no tenía esperanza alguna en tomar el control, estaba aterrado y gritaba ayuda a su padre para que salvase a la tierra de la destrucción.

Pero su preocupado padre no escuchó nada, estaba muy lejos, en cambio el todopoderoso Zeus escuchó al joven gritar, y cuando vio todo lo ocurrido, lanzó un rayo a Faetón que le atravesó el pecho, y Faetón murió en el acto.

Los caballos alados del sol dejaron de correr y volvieron a sus establos en el cielo, el dios Apolo se entristeció enormemente y su madre furiosa de dolor no paro de llorar a orillas del río Eridano que fue donde cayó el cuerpo del joven.

La historia acabó tan triste que las ninfas enterraron el cuerpo del joven y su único amigo, Cigno que quiso recuperar los restos de su amigo, fue premiado por los dioses con el poder de andar por el río en forma de cisne.

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