El mito de Ícaro y Dédalo su padre, los primeros hombres que pudieron volar, uno de los mitos griegos más famosos de todos los tiempos. Un ejemplo de cómo la mitología paso dio paso a la leyenda.
Dédalo el habilidoso arquitecto
La historia empieza con Dédalo que era el mejor arquitecto e ingeniero de Grecia, su habilidad fue tan grande que el rey de Minos le confió la tarea construir el laberinto para encerrar a su monstruoso hijo, el minotauro.
La única condición que puso Minos a Dédalo fue que nadie pudiese salir jamás del laberinto y año tras año así fue, incluso el temible minotauro fue incapaz de escapar.
Pero al tercer año el héroe Teseo llevó a cabo su hazaña, por un lado venció al minotauro y por otro escapó del laberinto, aunque eso fue con la ayuda de un familiar del rey Minos, la bella Ariadna, su hija, que se enamoró de Teseo.
El castigo del Rey Minos a Dédalo
Cuando Teseo consiguió la proeza de vencer al minotauro y escapar del laberinto, con la hija del mismísimo rey de Creta, la ira de Minos fue terrible y la dirigió contra Dédalo, al que culpó de la muerte del minotauro.
— La única condición que tenías era que nadie pudiese escapar, ahora descubrirás lo que es fallar a un rey— gritó Minos.
Cómo castigo encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro, en el laberinto del minotauro y custodió la entrada con los guardas más feroces de su ejército.

El cautiverio de Ícaro y Dédalo en el laberinto
La tristeza de Dédalo fue enorme, el que había diseñado un laberinto de forma perfecta, ahora estaba atrapado y lo que era peor su hijo también.
Pero la leyenda del ingenio de Dédalo no fue una casualidad y pasado un tiempo en el cautiverio Dédalo decidió que no quería morir en su laberinto y mucho menos su hijo.
Se dedicó a pensar, sabía que los guardias custodiaban la puerta, aunque pudiese esquivarlos el ejército del rey Minos era muy numeroso y el puerto estaba bien protegido.
Pasaron los días, en los que su hijo, el joven Ícaro perdió la esperanza, ya que su padre no hacía nada, un día cuando amaneció Ícaro se sorprendió al ver que su padre no estaba, eso era extraño, pues desde que empezó su cautiverio no se había movido.
Al cabo de un tiempo, su padre regresó, venía cargado con ramas y hojas.
— Padre, ¿Qué sucede ?¿ Qué estás haciendo?— preguntó Ícaro.
— Hijo creo que sé cómo podremos salir de aquí y necesito tu ayuda— contestó Dédalo.
Con el paso del tiempo en el laberinto crecieron plantas, muchos pájaros tenían su nido allí, incluso había panales de abejas, además el minotauro sólo comía carne y allí encontraron restos de animales y huesos.
El ingenio de Dédalo
En las fábulas y cuentos griegos e habla de criaturas fantásticas y poderosos dioses, incluso héroes de la talla de Perseo y Teseo, pero la historia de nuestros protagonistas únicamente tiene que ver con el ingenio.
Ícaro siguiendo el consejo de su padre, recogía todo aquello que les pudiese servir, desde ramas, plantas y plumas, después de un día de trabajo los protagonistas tenían un montón de material.
— ¿Qué haremos ahora? — dijo extrañado Ícaro.
— Ahora, hijo mío, vamos a fabricar unas alas para escapar— le contestó su padre.
— ¿Cómo es posible? — preguntó el joven.
Ícaro que tenía ya una edad que le costaba creer algunas cosas, no daba crédito a las palabras de su padre, pensaba que quizás habría perdido la cabeza en el cautiverio.
— Hijo, sólo podemos salir por aire, con todas las ramas y las plumas fabricaremos alas y utilizaremos la miel para pegar los materiales— contestó Dédalo.
Ícaro se fijó en los ojos de su padre, conocía esa mirada y por fin se dio cuenta de que tenía razón, cuando creaba algún ingenio tenía una mirada muy intensa, parecía brillar.

Las alas inventadas por Dédalo
Tras mucho trabajo, los dos protagonistas lograron unas alas que bien podrían ser las de un águila y las ataron con a su torso, fue entonces cuando Dédalo le dio unos consejos:
— Estas alas son un prodigio, soportan nuestro peso, si todo sale bien, huiremos del laberinto y de la isla y buscaremos otro lugar donde vivir— dijo Dédalo.
— Sí— dijo el joven, que ya estaba deseoso de probar las alas.
— Te daré un único consejo, no te acerques al mar, pues si se mojan las plumas, no podrás volar y tampoco vueles muy alto, pues el calor del sol puede derretir la cera que une las plumas— aconsejó Dédalo.
Ícaro, no prestaba mucha atención, estaba ansioso de probar las alas y también tenía muchas ganas de salir al aire libre.
Llegado el momento, durante un día entero estuvieron practicando, cómo batir las alas, como girar en el aire y cómo descender, para sorpresa de su padre, Ícaro era más habilidoso que el.
El vuelo de Dédalo e Ícaro
Al día siguiente los dos salieron del laberinto volando, primero empezaron poco a poco y después casi sin darse cuenta, vieron al laberinto diminuto.
La destreza de Ícaro era muy superior a la de su padre, a medida que se alejaban de Creta, Ícaro le perdió el miedo a eso de volar, parecía más un pájaro que un hombre.
Dédalo en cambio, volaba preocupado por las alas y por su hijo, pues subía y bajaba, pero pasado un tiempo, pudo controlarse un poco y disfrutar de la maravillosa experiencia.
Dédalo estaba pensando el itinerario que debían seguir cuando de repente perdió de vista a su hijo, miraba y miraba u no era capaz de verle, el joven Ícaro que no tuvo presente los consejos de su padre se había elevado más y más, quería llegar más alto que los pájaros.
Fue entonces cuando ocurrió la tragedia, el calor del sol empezó a derretir la cera y poco a poco las plumas de las alas empezaron a soltarse, fue entonces cuando Dédalo vio a su caer del cielo, directamente al mar.
El significado de Ícaro
El padre lloró desconsoladamente y se maldijo a sí mismo y su invento, por su culpa había muerto su hijo, rogó a los dioses pero no obtuvo respuesta.
Dédalo retomó el vuelo y llegó a salvó a Sicilia donde fue acogido por el rey Cócalo, allí construyó un templo al dios Apolo y ofreció sus alas como ofrenda al dios.
La isla donde murió Ícaro, con el paso del tiempo se llamó Icaria, en honor al joven que aprendió a volar.
Y hasta aquí uno de los mitos más famosos de la mitología griega, Dédalo el arquitecto y su hijo Ícaro que no escuchó sus consejos, una historia y mito que les encanta a los niños.
Aquí te dejo el mito de Teseo y el laberinto del minotauro