El oro del rey Midas

En el mito del rey Midas aprenderemos el significado de la avaricia y de cómo hasta un rey, puede querer más de lo que tiene. El mito del oro del rey Midas ha llegado hasta nuestros días convertido en leyenda y es unos de los mitos para niños favoritos de mis hijos.

El origen del mito del rey Midas

El rey Midas gobernaba Frigia un antiguo país, y era el hombre más rico del mundo, nadie era capaz de imaginar las riquezas que poseía.

Midas tenía un defecto, deseaba tener más riquezas y ser aún más rico.

Su palacio era el más hermoso en la tierra, de un mármol tan blanco que los hombres pensaban que era la imagen del Olimpo. En su reino no se conocía el hambre ni la pena.

Tenía unos hermosos jardines y el rey cuando no estaba ocupado gobernando o contando sus monedas le gustaba pasear por su jardín, al que sólo el podía entrar.

Un día un soldado se le acercó y le dijo:

— Majestad hemos encontrado a un sátiro en vuestro jardín, estaba durmiendo cerca del rosal—

— ¿Un sátiro?¿ En mi jardín? ¡Traédmelo!— ordeno el rey.

El sátiro estaba un poco borracho, pero el rey le dio de comer y de beber, le ofreció un lugar dónde dormir, el rey Midas aunque era muy avaro con el dinero, era muy hospitalario con las visitas.

El sátiro era Sileno el maestro y amigo más grande del dios Dionisio, y en los días que estuvo en Frigia se hizo muy amigo del rey Midas, le hablaba de las riquezas que había repartidas por el mundo.

Cuando Sileno se marcho, le dijo al rey Midas que le hablaría al dios Dionisio de la hospitalidad con la que le había tratado.

Midas conoce al dios Dionisio

Pasado un tiempo, el mismísimo dios Dionisio quiso agradecer la amabilidad al rey, fue a su palacio dónde hicieron una gran comida y una gran fiesta, no todos los días se recibía la visita de un dios. 

— Amable rey Midas, en compensación por el generoso trato que has proporcionado a mi amigo y mentor, te concederé un deseo— dijo Dionisio.

El rey cerró los ojos y pensó en lo que más deseaba y sin dudarlo dijo:

— Quiero que todo lo que toque se transforme en oro, así seré mucho más rico— contestó el rey Midas.

— ¡Así sea, a partir de ahora todo lo que toques se transformará en oro! —gritó el dios y brindando con un vaso de vino, desapareció.

El rey impaciente por comprobar su don, mandó acabar el banquete y que todos se fueran sus casa, después fue a pasear por su jardín, estaba muy nervioso ya que no sabía por dónde empezar.

Rozó con su brazo una ramita y ocurrió algo increíble, la ramita cambió de color y ¡Se transformó en oro! El rey estaba muy contento, cogió una piedra del suelo y se convirtió en oro puro, fue a recoger una manzana y se transformó en una manzana de oro.

El rey Midas y Dionisio

El toque dorado del rey Midas

El rey estaba entusiasmado, todo lo que tocaba se transformaba en oro, ramas, hojas, piedras, no paraba de tocas cosas y todas se convertían en oro puro.

Mandó llamar a sus sirvientes para que fueran recogiendo todo el oro que el convertía, y ¡No paraba de tocar todo lo que podía!. Al cabo de un tiempo y cuando noto que estaba muy cansado y hizo llamar a su caballo.

¿Qué ocurrió? Su querido caballo se convirtió en una estatua de oro, el rey pensó que sería mejor volver al palacio andando, y al llegar tocó una de las gigantescas puertas que también se transformó en oro, al igual que la silla en la que decidió sentarse.

El rey empezaba a comprender que debía tener mucho cuidado, pidió comida y bebida, y sus sirvientes montaron una mesa para el rey, pero los vasos y los platos se transformaban en oro también, cosa que le alegró muchísimo.

Pero al probar el primer bocado la alegría pasó a ser tragedia, pues tanto la comida como la bebida al tocar sus labios igualmente se transformaban en oro.

Era incapaz de comer y sufriendo, fue a sus aposentos para descansar, se sentía mu cansado y quizás durmiendo en su cómoda cama el día siguiente se sentiría mejor.

Pero al sentarse en su cama está se transformo en un bloque de oro, entonces comprendió su error, estaba atormentado era el hombre más rico pero el más desdichado. Tenía miedo de tocar a su familia, a sus sirvientes.

El toque de oro

A la mañana siguiente fue a ver al dios Dionisio y le suplicó que le retirase el toque dorado.

— Te concederé tu deseo rey Midas, los deseos de los hombres en ocasiones son poco aconsejables, Toma un baño en el río Pactolo y así tu don desaparecerá— dijo Dionisio.

Midas agradeció al dios su voluntad, anduvo durante días y días, atravesó montañas, hasta que al fin llegó al río y cuando metió la cabeza, notó un cambio.

La maldición había desaparecido, por fin podría tocarlo todo. El rey después de comer y beber un día entero aprendió la lección y a partir de ese día, su avaricia desapareció por completo y repartió su fortuna entre sus sirvientes y súbditos.

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