El mito de Sísifo

El mito de Sísifo aparece en la Odisea del poeta Homero, a lo largo de la historia ha sido interpretado en numerosas ocasiones, como paradigma del vacío de todo poder y de toda ética, además de una paradoja.

Sísifo, el protagonista era hijo de Eolo, fundador de los Eólidas y Enareta, por tanto es nieto de Helén, bisnieto de Deucalión y Pirra y, descendiente del titán Prometeo.

Fue el fundador y rey de Éfira, que más tarde se llamó Corinto, se casó con Mérope, una pléyade, las pléyades son las hijas del titán Atlas.

Al igual que el titán Prometeo, la característica principal de Sísifo fue una astucia y un ingenio superior y la igual que éste, fue lo que provocó su castigo.

El origen del mito griego de Sísifo

La clave en la historia de Sísifo, fue su ingenio y astucia, pues como rey, hizo de Corinto una ciudad muy próspera y poderosa, una auténtica potencia naval.

La ciudad tenía uno de los templos más importantes del dios Apolo, la ciudad a través del comercio y la navegación, creció muchísimo.

Ahora bien, todos los comerciantes debían pagar impuestos al llegar a Éfira, el ingenio de Sísifo, era semejante a su avaricia.

El poder y la fama de Sísifo, acrecentó su popularidad, ya que se decía que era el más sabio de los hombres, muchas veces fue consultado por hombres, incluso reyes por su astucia.

El sentido de la avaricia de Sísifo

Con el paso del tiempo, crecieron dentro del rey dos poderosos sentimientos, la avaricia y la mentira, muchos ricos comerciantes fueron asesinados al llegar a Éfira y todas sus riquezas fueron requisadas por el rey.

Fue la primera vez que Zeus, fijó su mirada en Sísifo, pues para Zeus la hospitalidad con los extranjeros era sagrada. Cierto día el monarca, estaba en su palacio, cuando divisó en los cielos un águila inmensa.

Lo que más le llamó la atención fue que en sus garras portaba una doncella, la doncella era Egina una ninfa y el águila como os podéis imaginar era el mismísimo Zeus, en uno de sus más famosos raptos.

Sísifo entendió de inmediato lo que sucedía, pero calló y esperó el momento en sacar partido de lo que había presenciado.

Fue así como el padre Egina, uno de los dioses de los ríos, Asopo fue a pedir consejo de Sísifo. El astuto rey le dijo que sabía quién había raptado a su hija.

A cambio de esa información Asopo, debía crear un manantial dentro de la ciudad para poder abastecerse, el angustiado dios utilizando su poder hizo crecer un manantial de agua dulce en el centro de la ciudad.

El mito de Sísifo

La venganza de los dioses

Así pues, el rey Sísifo reveló la identidad del raptor de Egina, el mismísimo Zeus, Asopo se enfadó, pero comprendió de inmediato que el señor del Olimpo estaba fuera de su alcance.

Pero no cesó en la búsqueda de su hija, hizo subir el nivel de los ríos, hasta que logró descubrir a su hija en un bosque junto a Zeus, que molesto, arrojó sus poderosos rayos contra Asopo, que inició la retirada.

Es bien sabido que cuando Zeus se fijaba en un doncella, nada era capaz de detenerlo, por lo que la interrupción de Asopo le disgustó enormemente, además sabía quien era su delator, el rey Sísifo.

Cansado ya de este rey y su maldito linaje, recordar la enemistad de Zeus con Prometeo, Zeus mandó a Tánatos en busca de Sísifo, Tánatos era la personificación de la muerte sin violencia.

Sísifo pero, esperaba a Tánatos, al que apresó y encadenó con unos grilletes especiales, esta acción tuvo una inmensa repercusión en el mundo, pues Tánatos, cumplía el destino de las Moiras.

Era el encargado de llevar al reino de los muertos a todos aquellos que morían de forma no violenta, su apresamiento, interrumpió este aciago trabajo.

El sinsentido del mito de Sísifo.

Uno de los más afectados por la acción de Sísifo, fue Ares, el dios de la guerra, pues nadie podía morir, buscó a Tánatos y lo liberó de los grilletes, como castigo llevó el mismo a Sísifo al mundo de los muertos.

El mito de Sísifo continua, con el ingenio del rey, que previniendo el destino que le aguardaba ante los dioses, le dijo a su mujer que nadie le rindiese homenajes a su muerte ni hiciera los sacrificios mortuorios habituales.

La estratagema formaba parte en la vida de Sísifo, pues ya en el inframundo, se quejó a Hades de que su mujer no cumplía con su deber, así, él no podría descansar.

Hades de mala gana consintió que Sísifo saliera al mundo de los vivos uno sólo día, para castigar los actos de su mujer, pero Sísifo no regresó al día siguiente al reino de Hades.

Con el paso del tiempo fue el mismísimo Hades quién partió en busca del mentiroso y embaucador. El destino de Sísifo estaba sentenciado.

El castigo de Sísifo

Cómo es normal, ningún hombre podía salir indemne de ofender a dos de los dioses más importantes. El castigo para Sísifo, fue uno de los más crueles, a la altura del castigo de las hijas de Danao o el castigo de Tántalo.

Pues fue castigado a empujar una monumental roca a lo alto de una ladera en el inframundo, la roca cuando se acercaba a la cima rodaba hacia abajo y Sísifo extenuado por el esfuerzo, debía volver a empujar la roca, una y otra vez, por toda la eternidad.

Este fue el castigo, piedra argumental del mito de Sísifo. El castigo representaba lo absurdo de enfrentarse a los dioses, una cuestión recurrente dentro de la mitología griega.

El mito de Sísifo

Influencia en la historia del mito de Sísifo

La influencia del mito de Sísifo ha trascendido en las artes notablemente, pues tiene numerosas interpretaciones.

Para el poeta y filósofo romano Lucrecio, el mito de Sísifo, simboliza la búsqueda de los políticos por el vacío de poder al que aspiran

El genial Albert Camus en su ensayo filosófico, el mito de Sísifo discute, teniendo como referencia el mito griego, la metáfora del absurdo esfuerzo, inútil e incesante del hombre. Es decir, la gran metáfora en la vida de los hombres.

En él, Camus, ofrece la metáfora de la capacidad de elección en la toma de decisiones individuales de cada persona para encontrar el sentido a su propia existencia.

El más famoso cuadro que retrata la vida y el castigo absurdo de Sísifo empujando la piedra fue pintado por Tiziano y se encuentra en el Museo del Prado.

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