El mito de Prometeo es sin lugar a dudas uno de los mitos más famosos de toda la mitología griega, fue narrado por Hesíodo en la teogonía.
Prometeo era un titán, por tanto nació mucho antes de los dioses griegos, era inmortal, hijo del titán Japeto y la titánide Clímene, sus hermanos era Atlas, Epimeteo y Menecio.
Cómo titán divino, Prometeo destacó muy pronto por su astucia y conocimiento, pero por encima de todo, como defensor del hombre.
La primera raza de los hombres en la mitología griega pereció en la lucha entre titanes y los dioses olímpicos, pues la batalla, asoló por completo la superficie de la tierra.
Prometeo en la guerra contra los dioses.
El titán Prometeo y su hermano Epimeteo fueron neutrales cuando empezó la Titanomaquia, la guerra entre titanes y dioses, pues Prometeo comprendió muy pronto que el tiempo de los titanes llegaba a su fin.
En los feroces enfrentamientos, los hermanos se dedicaron a proteger a los hombres y de buscar la paz entre los dos bandos.
Al finalizar la cruel guerra, Prometeo, Epimeteo y Atlas fueron los únicos tres titanes que no acabaron encerrados en el Tártaro, eso si, con suerte dispersa.
Esa libertad, permitió que Prometeo continuase siendo el protector del hombre y aumentando su leyenda, dando lugar al mito de Prometeo.
Prometeo el defensor de la civilización
Fue un gran benefactor de la humanidad, defendía la efímera vida del hombre frente a los inmortales titanes y dioses.
Cuando Zeus ocupó su lugar como señor del Olimpo, manifestó que los hombres debían valerse por sí mismos y que los hombres volverían a la tierra.
Lo que más le gustaba a Prometeo de los primeros hombres eran pacíficos, su efímera vida era paz y armonía. El mito de Prometeo consiste en tres mitos que deben contarse juntos.
Prometeo y el primer engaño a Zeus
Una vez finalizada la guerra Zeus decretó que los hombres debían hacer sacrificios a los dioses. Prometeo conociendo el temple de Zeus, le dio a elegir que parte de los animales prefería el señor del Olimpo para los sacrificios.
El astuto titán sabía que los hombres se alimentaban básicamente de la carne de animales, pues todavía no habían aprendido el arte de la agricultura que más tarde les enseñaría Deméter la diosa de la agricultura.
Así pues sacrificó a un gran buey y lo dividió en dos partes; en una de ellas puso la carne, la piel del animal, pero encima puso las vísceras y la sangre, su aspecto, era de los más desagradable.
En el otro montón, puso los huesos, a los que adornó con grasa, pidió a Zeus que montón eligiera qué montón quería que sacrificaran los hombres a los dioses.
Zeus, eligió por supuesto el montón de huesos, así los hombres quemarían los huesos en los sacrificios a los dioses y podían comer su carne.
Prometeo el ladrón del fuego
Zeus, al descubrir el engaño se enfado muchísimo, si ya desconfiaba de Prometeo aquello fue la gota que colmó el vaso, como venganza, prohibió el fuego a los hombres.
Aquello fue un duro golpe para la humanidad, los primeros hombres necesitaban el fuego para calentarse y para cocinar la carne.
Prometeo sabía que sería la perdición del hombre, por lo que subió al Olimpo con la intención de robar el fuego, espero escondido a que los dioses no estuvieran presentes y robo un brasa del sagrado fuego de Hestia.
Después del robo del fuego, Zeus entendió que debía ser más astuto en su trato con Prometeo, le pidió a Hefesto que modelara una figura a la imagen y semejanza de las diosas, Hefesto modelo a la primera mujer, su mujer Afrodita sirvió de modelo.
Prometeo y la caja de Pandora
Zeus le dio el nombre de Pandora, la primera mujer y la envió como regalo a Epimeteo, el hermano de Prometeo, que era menos inteligente.
A Pandora le dio un obsequio, una caja que contenía los todos los males del mundo, la caja de Pandora, Epimeteo se casó con Pandora a la que, los dioses le dieron bonitos dones.
Pero Zeus le dio la curiosidad. Cuando Pandora abrió la caja desató los males por el mundo y así cumplió su venganza contra la humanidad.
El castigo de Prometeo
Ahora le llegaba el turno a Prometeo, pues con su ofensa había engañado y robado a Zeus, mandó a Bia y Cratos, las personificaciones de la fuerza y violencia a buscar a Prometeo.
Y lo encadenaron en el monte Cáucaso, con unas cadenas irrompibles fabricadas por Hefesto.
Allí, Prometeo fue encadenado para la eternidad, pues era inmortal, sufrió un horrible castigo, cada día una monstruosa águila bajaba del cielo y se comía el hígado de Prometeo.
Por la noche le volvía a crecer, pero al día siguiente el águila volvía para alimentarse otra vez. Y así, día tras día, el hígado crecía y el águila volvía a cumplir su mandato
Ese fue el castigo de Prometeo por desafiar a Zeus y proteger a la humanidad, un castigo sin fin.
La liberación de Prometeo
Mucho tiempo pasó el pobre Prometeo sufriendo el cruel castigo, pero la suerte se puso del lado del titán, pues el héroe Heracles, pasó por el Caucaso, cumpliendo uno de los doce trabajos impuestos por Hera.
Disparó una flecha al águila y liberó al titán, en agradecimiento aconsejó al héroe como obtener las manzanas doradas del jardín de las Hespérides.
No hace falta decir que Zeus, no se opuso a la liberación del titán pues formaba parte de la glorificación de su hijo Heracles. Así acaba el mito de Prometeo, el titán protector del hombre.