El mito de Píramo y Tisbe aparece relatado en la metamorfosis de Ovidio, un mito con una enorme transcendencia en la literatura internacional, pues se ha llegado a considerar a caballo entre mito y obra literaria.
Píramo y Tisbe, eran vecinos en la ciudad de Babilonia, él, era el joven más enérgico de la ciudad, por su parte Tisbe era la doncella más bella de toda Babilonia.
Desde su niñez, sus ojos y sus corazones se buscaban continuamente, hasta el punto de que sus padres les prohibieron encontrarse, pero el amor que sentían era inevitable.
La llama del amor ardía intensamente y los jóvenes se prometieron amor hasta la muerte.
El muro de los enamorados
Las casas estaban separadas por un muro, pero los jóvenes encontraron una pequeña hendidura y los gestos y las miradas se transformaron en susurros por la hendidura del muro.
Cada noche mientras los demás dormían, Píramo y Tisbe se encontraban en la grieta, donde intercambian susurros de amor, promesas y ternura y hablaban de los besos que algún día se entregarían.
Durante un tiempo, ese era su rincón de amor, peró su amor fue creciendo y decidieron dejar atrás su secreta relación, por lo que decidieron que vivirían juntos a cualquier precio.
El plan de los enamorados
Píramo y Tisbe, quedaron en escaparse de sus familias, por la noche y por caminos separados saldrían de la ciudad y se encontrarían en la tumba de Nino.
Allí nunca más se separarían, la pareja así lo decidió y así lo hicieron. Tisbe fruto de la impaciencia, salió antes de hora, con un velo negro que le cubría el rostro.
Se deslizó hábil entre las calles, evitando miradas delatoras, recelosa de cualquier sombra que se cruzase en su camino, pues la luz de luna fue su más fiel aliada.
Al llegar al punto de encuentro, Tisbe se fijó en un precioso árbol con moras blancas junto a una fuente, ella, miraba continuamente la llegada de su amado Píramo.
Pero el sonido que oyó, no era el que esperaba, pues una leona apareció sigilosa entre los matorrales, con la intención de beber agua de la fuente, Tisbe gritó de miedo y corrió entre los arboles.
Con tan mala suerte que el velo negro que le cubría cayó al suelo. Tisbe no paró de correr hasta que encontró un cueva muy oscura, pero que le pareció segura para escapar de la bestia.
La tragedia se cierne sobre Píramo y Tisbe
La leona por su parte, después de saciar su sed, se puso a juguetear con el velo de la muchacha, cuando se cansó de desgarrarlo, se marchó caminando en la penumbra.
Píramo por su parte salió de la ciudad, pero cuando se dirigía al punto donde encontraría a si amada, escuchó el grito de esa voz que conocía tan bien.
Angustiado, desenvainó su espada y se dirigió a toda prisa a la tumba, allí, todo estaba en calma, gritaba y llamaba a su amada.
— ¡Tisbe, Tisbe!— pero el silencio fue su respuesta, fue entonces cuando ante su consternación, vio las frescas huellas de un león y, junto a la fuente el velo negro de su amada, desgarrado y sucio.
El joven Píramo horrorizado, no dudó que el león había matado a su Tisbe, entonces, lleno de rabia, busco al animal para matarlo, más buscar alguna huella de Tisbe.
Las lágrimas caían por sus mejillas y se reprochaba no haber llegado antes, con el mancillado velo en su brazo gritó:
— No me dejes vivir, después de llevarte tal preciado— dijo Píramo, — Ahora que somos libres, como nos prometimos, nos juntaremos en la muerte— gritó Píramo.
El sacrificio de amor de Píramo y Tisbe
La desesperación del joven, se convirtió en locura y se clavó su espada en el corazón junto al árbol de moras blancas, su sangre llegó a la raíz cambiando las moras blancas en púrpura oscuro.
Parecía que el árbol se lamentase de los infelices amantes. Al llegar la luz del día, Tisbe encontró el coraje de salir de la cueva para volver a la tumba en busca de su amado.
Se entristecía en que Píramo pensase que le había engañado, su corazón rebosó de alegría cuando le vio tumbado bajo el árbol de las moras, parecía que estaba durmiendo.
Pero un mal presentimiento recorrió su cuerpo al ver las moras de color púrpura y su velo negro manchado de sangre. Le habló y le abrazó, pero la vida había abandonado el cuerpo de Píramo.
Tisbe atormentada por lo sucedido se tiró del pelo, chillaba y se lamentaba, besaba a su amado mezclando la sangre con sus lágrimas, fue así como descubrió la espada hendida en su pecho.
El fin de la tragedia de los enamorados
— La muerte también buscaba parte en nosotros. !Ah, padres crueles, al menos no evitaréis que nosotros descasemos juntos ¡ , y tú, apenado árbol, permanece siempre con moras negras como monumento a Píramo y Tisbe —.
Con estas apenadas palabras sacó la espada del cuerpo de su amado, y besándolo por ultima vez, se clavó la espada en su propio corazón.
La tragedia llegó a los dioses del Olimpo, que consternados movieron el corazón de sus padres para acceder al último deseo de Tisbe. Los pusieron juntos en una pira funeraria y sus cenizas se mezclaron en la misma urna.
Adaptaciones del mito de Píramo y Tisbe
El mito de Píramo y Tisbe ha tenido numerosas adaptaciones en la literatura clásica y en la pintura. Algunas de ellas son:
La fábula de Píramo y Tisbe escrita en 1618 por Luis de Gongora. Geoffrey Chaucer fue el primero es escribir la leyenda de los jóvenes en inglés, en The legend of the good woman.
Pero la adaptación más famosa en la novela de William Shakespeare, Romeo y Julieta.